Emprender un viaje siempre es una incertidumbre. Las expectativas son altas tanto como las inseguridades, este fue mi primer viaje sola fuera de Chile, básicamente para mí fue decir y hacer, debía seguir mi intuición…
Viajé a conocer, a vivir, a buscar y encontrar.
Febrero es el mes de mi cumpleaños y los últimos han sido intensos en experiencia y aprendizaje, tanto que luego han marcado un precedente cada año y entonces les pongo nombre para recordarlos: Hubo un “Febrero de los 7 lagos” donde conocí el MTB como polola cicloturista en el sur de Chile y para que entrar en detalles, una cosa lleva a la otra y ya me ven ahora no me bajo de la bici. Al año siguiente “Las vacaciones del poder” pasé un mes pedaleando sola por Chiloé y fortaleciendo mi shakti (energía femenina) con largas conversaciones nocturnas junto a mis mejores amigas que viven en la isla. Y este año, aún busco palabras para describir tan tridimensional experiencia por lo que inspirada en la película de Julia Roberts titularé este verano: “Comer, pedalear y amar”.
Empaqué la ropa justa y necesaria para un poco de frío y calor pero lo más importante ropa de ciclismo y mi Women´s Epic HT Comp Carbon, no se imaginan el cuidado con que cubrí cada centímetro del cuadro a pesar de ir dentro de una maleta pro y bueno quizás si pueden imaginar mi cara al ver desaparecer mi bici hacia las bodegas del avión.
Llegué a Chía – Cundinamarca, una localidad a minutos de Bogotá y a 2600 metros de altura teniendo en consideración que Santiago de Chile está a 500 casi a nivel del mar, fue entonces cuando me di cuenta que los pedaleos bordearían los 3000 de altimetría, lo cual le dio todo el sabor a mis vacaciones pues me adentré en el propio sentir colombiano: El Ciclismo.
El día en Colombia es mas corto, todo el año oscurece a las 18.00 hrs. la gente madruga para alargar el día y entonces cada mañana muy temprano recorrí Cundinamarca con parte del Team Los del Norte, liderado por Pablo Penagos y Cesar Herrera, que junto a sus familias me recibieron tan cálidamente que los lazos que generé en este viaje trascienden más allá de lo planificado, como si el primer encuentro hubiese sido en otra vida descubrí una gran familia colombiana. Sin duda al norte de latinoamérica la gente es más cariñosa, fui totalmente integrada como una más de #losdelnorterepresent no me salvé de COMER cuanta comida típica me ofrecieron y frutas exóticas vi en el mercado, menos mal se compensaba con el esfuerzo físico pues carbohidratos necesité para escalar, escalar y escalar.
Tuve la suerte de PEDALEAR en paisajes hermosos, montañas verdes que dejaban ver una vista panorámica, conocí las mejores subidas para entrenar y sólo para que se hagan una idea algunas bautizadas como Infiernito y Calvario… donde la premisa fue “Acá el desafío es no bajar el pie” y yo como buena chilena lo dí todo, mirando el suelo de tierra y piedra suelta, plato chico / piñon grande, mentalizada dije yo puedo y así fue como llegue a la cima a 3200 de altura.
Al pasar los días empecé a sentir que mi nacionalidad se transformaba en Chilombiana, comencé a AMAR ésta nueva vida que se me ponía en frente, un entorno alegre donde compartíamos nuestras culturas desde el lenguaje y la comida, yo feliz creando un vocabulario híbrido, aprendiendo nuevos sabores y por sobre todo disfrutando el ambiente del ciclismo que evidentemente lo llevan en la sangre.
Participé en dos carreras que coincidieron con mi estadía. Fueron mis primeras experiencias en Cross Country Olímpico, luego de mi primer año competitivo Cross Country Marathon en Chile, por ende aún mi técnica no es la mejor pero muy bien asesorada reconocí previamente los circuitos, logrando desbloquear varias bajadas y también identificando los puntos técnicos que debía enfrentar bajo la bici aprendiendo mucho y pudiendo confiar en mis capacidades para enfrentar estos nuevos desafíos. Cabe mencionar que compré un par de terrenos donde espero montar mi casa cuando regrese.
La altura fue una dificultad pero logré mentalizarme en mi objetivo, conocerme en ésta nueva modalidad y llegar a la meta en primera instancia a tope en mis pulsaciones pero de forma exitosa logrando 1er lugar en Categoría Novicias de la Copa Familiar Mezuena realizada en Cajicá y organizada por Pablo Mazuera quien realiza una gran labor social con este evento que reúne la familia no entorno al ciclismo, sino todos sobre la bicicleta. Me emocioné hasta las lágrimas viendo a niñas y niños compitiendo con mucha templanza en un terreno técnico muy exigente y desde afuera sus familias completas apoyando con bellas frases y unos cuantos: Hágale, hágale! muchos de ellos pasando invictos sobre mis terrenos comprados.

Conocí mujeres ciclistas colombianas y pude compartir experiencias con algunas, entre ellas las Crank Ladies con quienes conversando me sorprendí habían leído mi artículo anterior de Yoga y Bici, dándome cuenta que todas tenemos las mismas preguntas y necesidades, donde #pedaleaporti esta llegando lejos aportando un granito de arena desde nuestro Chile al mundo del ciclismo femenino. También tuve el honor de conocer y competir contra la gran Marthica Cortés del Team Specialized Tugó Sram, mujer ícono del ciclismo colombiano, con un poder femenino y alegría totalmente inspiradora.
Atrevidamente también fui parte de la “1era Válida Copa Colombia XCO” realizada en Cota, donde participé en una categoría más avanzada y un circuito que años antes fue parte de un Panamericano. Corrí el circuito completo dando 3 giros que me hicieron sufrir y pasar por todas las emociones, con falla mecánica incluida donde perdí mucho tiempo tratando de solucionar viendo con impotencia como pasaban las demás competidoras, créanme que después de haberlo dado todo ese momento me dolió hasta el alma y aunque de todas maneras crucé la meta dentro de las Top 10, el aprendizaje fue mayor y siento un antes / después de aquella carrera. Quedé sentada sola al lado de la meta amurrada pensando, Pablo aún corría los 6 giros de su categoría y yo debía transformar mi emoción para también poder apoyarlo y en eso estaba cuando apareció Cesar para sacarme una sonrisa diciendo: “Hola po” y salvando el momento con un clic.
Definitivamente fue un mes intenso en muchos aspectos, tanto que el tiempo voló y siento que aún no aterrizo. Realmente un viaje donde partí con 31 años y regresé con 32.
Atesoro los momentos en mi memoria y un sinfín de fotografías, compartiendo mi experiencia buscando poder inspirarlas no sólo a viajar, sino a atreverse, a confiar en si mismas, enfrentar nuevos desafíos y por sobre todo a vivir la vida que es ahora.
Podemos mucho más de lo que la sociedad nos enseña y por consecuencia mucho más de lo que sentimos que podemos.
Las invito a vivir y no dejar pasar los momentos, ni las personas.
Dedicado a mis padres que me apoyan en todas las locuras que imagino y a todos quienes fueron parte de este gran viaje… Me emociono de sólo pensarlos, que todo siga fluyendo para reencontrarnos… y nosotros volver a pedalear juntos, uno al lado del otro, callados mirando el piso, pero siempre hacia adelante.
Claudia Cortés
Embajadora Specialized Chile
@claudicortes
#pedaleaporti
Fotografías: Pablo Penagos / @teamlosdelnorte
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